Señora vicepresidenta. El Gobierno ha anunciado un homenaje para el 60% de las víctimas de la pandemia. Es un homenaje parcial. Un homenaje mutilado. Y ustedes lo saben.
Frente a las 28.000 víctimas que reconoce el Gobierno, el INE, el Instituto Carlos III y la patronal de las funerarias coinciden en que, entre marzo y junio, murieron en España unas 45.000 personas más de lo previsto. No es un desajuste numérico; es un abismo moral.
Ustedes dejan a 17.000 compatriotas en el limbo o, como dijo el experto Simón: ‘ahí’. Vicepresidenta, yo le pido que piense en ellos un momento y que me conteste, por favor. Esos 17.000 españoles, si no murieron por la pandemia, ¿por qué murieron?
Siempre responsabilidad de otros. Nunca asumen la suya. Mire Señora Calvo. Ustedes mienten a sabiendas.
No se trata de un debate técnico sobre quién es o no es una víctima del Covid, sino de un hecho incontestable. Lo repito: en España, durante esta tristísima primavera, han muerto 45.000 españoles de más. Es una tragedia incomensurable. Y ustedes la ocultan por una conveniencia política inhumana.
Segundo. Ustedes mienten para tapar la que será la gran losa de su legado: España es el primer país de Europa en exceso de muerte. ¿Es eso su patriotismo? ¿Ese su escudo social?
El presidente Sánchez además se jacta de haber salvado 450.000 vidas. Francamente, por qué no dice 45 millones y se imprime camisetas con su cara. Con su pétrea cara.
Y tercero. Supongo que conoce usted la película ‘La vida y nada más’, de Bertrand Tavernier. Ayer me la recordó un buen leal funcionario español. Es la historia del oficial encargado de identificar a los soldados franceses desaparecidos durante la Primera Guerra Mundial. El oficial se empeña en cumplir su misión contra el viento de las dificultades técnicas y la marea del olvido. Quiere averiguar la cifra exacta de muertos porque sabe que cada nombre guarda un valor infinito. Su empeño se resume en la siguiente frase: ‘Con los números no se juega. Es una cuestión moral’.
Así es, vicepresidenta. Ustedes dan por bueno y acabarán presidiendo un homenaje al enfermo desconocido. A aquel oficial también le propusieron un show similar. Pero se negó, diciendo: ‘si hacemos bien nuestro trabajo, todos los caídos serán identificados y honrados’.
Lo mismo decimos nosotros de nuestros muertos. Ninguno es un enfermo imaginario ni un soldado desconocido. Y todos merecen igual tributo. Ríndanselo. Es decir, cuéntelos. Reconózcalos. De momento, este homenaje al enfermo desconocido que preparan ustedes es en realidad un homenaje a sí mismos.
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