• Señora Calvo, ¿condena usted los escraches al ministro Ábalos y al vicepresidente Iglesias?
• Una pregunta sobre Libertades y usted no condena los escraches. Lo entiendo. Lo entiendo porque usted no puede condenar los escraches y yo sí.
• Usted no puede condenarlos. Primero, porque su vecino de escaño ahí ha alentado, cuando no organizado directamente, los sufridos por líderes de otros partidos políticos. Del escrache a Soraya Saénz de Santamaría y su hijo de dos años, el señor Iglesias afirmó: ‘Es un mecanismo democrático para que los responsables de la crisis sientan una mínima parte de sus consecuencias’. Eso, jarabe democrático.
• La hoy ministra de Igualdad fue más ingeniosa, dijo: ‘El escrache no es acoso, es interpelar a los diputados para que hablen con nosotros’. Una forma de diálogo, vaya. Ahora con blindaje policial.
• Ayer el vicepresidente directamente amenazó a la señora Ayuso y al señor Abascal. Sucio matonismo gubernamental.
• Segundo. Usted no puede condenar los escraches porque su hoy jefa de Gabinete fue nada menos que la ponente del auto que archivó el acoso a la señora Sáenz de Santamaría. En su opinión, aquel deplorable episodio fue ‘un mecanismo ordinario de participación democrática’. Algo así como votar, ¿no?
• Y tercero. Usted no puede condenar nada porque su otro vecino de escaño, el hoy presidente del Gobierno, llegó incluso a jalear a los autores del escrache contra el alcalde de Murcia. Sí, señor Sánchez no se ría. 15 de septiembre de 2017, un tuit: ‘Todo mi apoyo y solidaridad a la plataforma SoterramientoMu’.
• En fin, señora Calvo: que yo puedo condenar y usted no porque yo no soy cómplice de los que hostigan a los señores Ábalos e Iglesias. Usted sí. • Pero hay un cuarto motivo de su nula autoridad. Y es que ustedes siguen alentando escraches. Ahora desde el Gobierno y contra todos aquellos ciudadanos que, sin acosar a nadie, protestan contra su incompetencia y sus mentiras.
• Ciudadanos de toda España y de toda condición. De Usera a Arganda. De Badajoz a Jaén. Ustedes les acosan, les persiguen, les llaman pijos, fachas, incluso cayetanos. Fíjese, ¡qué exceso!
• Usted misma dice que ponen en peligro ‘lo que tanto trabajo nos ha costado a los demás’. No será a usted, precisamente.
• De su gestión ya está todo dicho. ¿Cómo era aquello? Nueva York, Madrid, Teherán, Pekín: el nuevo eje del mal.
• Hoy toca denunciar su pulsión autoritaria. Con ustedes la hemeroteca no es un ejercicio vengativo del pasado. Es una agenda oculta.
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