Álvarez de Toledo: “Una nación debe contar bien a sus muertos: para poder despedirles bien y para cuidar bien de los vivos”
Hoy, en una entrevista en el programa Herrera en COPE
España no es una democracia en construcción ni mucho menos una democracia en proceso de destrucción, como querrían algunos.
La presión democrática del PP ha conseguido frenar la deriva autoritaria del Gobierno.
Era esencial que mantuviéramos abierto el Congreso y sus funciones. Ahora vamos a poder controlar al Gobierno.
Se acumulan indicios muy poderosos de que los datos oficiales de fallecidos por coronavirus no se corresponden con los datos reales, y ese desfase es terrible y tiene que aclararse de inmediato.
La verdad es la primera medida higiénica para luchar contra el virus y por eso necesitamos cifras.
Una nación debe contar bien a sus muertos para poder despedirles bien y para establecer una estrategia de confinamiento adecuada.
Hoy se cumple un mes del 8 de marzo, símbolo de la dramática negligencia del Gobierno en la gestión de esta crisis, anteponiendo la ideología a la razón y a las advertencias científicas.
Podemos no es el partido comunista de los años 70; Pablo Iglesias no es Santiago Carrillo. El proyecto de Pablo Iglesias es antitético a los Pactos de la Moncloa y a la construcción del sistema constitucional del 78.
Iglesias, y en parte el señor Sánchez también, tienen la tentación de forjar una nueva mayoría en torno a una idea mucho más radical de izquierdas como salida de la crisis.
Hoy se cumple un mes del 8 de marzo, que es símbolo de la dramática negligencia del Gobierno en la gestión de esta crisis, anteponiendo la ideología a la razón y a las advertencias científicas.
Muy a principio de esta crisis, cuando se tomó la decisión prácticamente de cerrar el Parlamento, nosotros advertimos de que el Congreso no se puede cerrar ni en caso de guerra. Los diputados somos servidores de los ciudadanos, somos un servicio esencial, y no somos de mejor condición que médicos, enfermeras, cajeras, policías, guardias civiles y personas que están luchando en primera línea. Era absolutamente esencial que mantuviéramos abiertas las funciones del Congreso.
Hemos ido ejerciendo presión en aumento a medida que el Congreso se iba cerrando y para mi alegría democrática se ha demostrado que la presión democrática funciona. España no es una democracia ni en construcción ni muchísimo menos una democracia en destrucción, como querrían algunos. Aquí hay una nación madura, adulta y exigente que defiende sus instituciones democráticas con tanta fortaleza como defiende la necesidad de una gestión de la crisis de salud pública eficaz.
Hemos conseguido que las sesiones de control vuelvan al Congreso la semana que viene, que se abran todas las Comisiones del Congreso, hemos presentado peticiones de comparecencia de todos los ministros porque están todos implicados en la gestión, hemos logrado que el Gobierno comience a contestar a las preguntas escritas de los diputados, que podamos enmendar los decretos leyes y que se celebren ruedas de prensa en el Congreso. Con todos estos instrumentos vamos a poder controlar al Gobierno y aportar iniciativas propias.
Una nación debe contar bien a sus muertos para poder despedirles bien, y también para cuidar bien de los vivos, es decir, para establecer una estrategia de confinamiento adecuada. De momento, lo único que sabemos es que que España lidera el tétrico ránking mundial de muertos por número de habitantes, pero incluso podría ser peor y estar por encima de lo que los datos oficiales dicen. La verdad es la primera medida higiénica para luchar contra el virus y por eso necesitamos cifras. Ayer presentamos una proposición no de ley en este sentido.
Se van acumulando indicios muy poderosos de que los datos oficiales no se corresponden con los datos reales y ese desfase es terrible y tiene que aclararse de inmediato. Por eso estamos pidiendo una auditoría de los fallecimientos en los últimos meses y habría que compararlos con los de años anteriores y ver qué está pasando.
La soberanía nacional no reside en un edifico, sino en una institución, y la institución la formamos las personas. Es fundamental que las personas que tenemos esta enorme responsabilidad estemos ejerciendo al máximo de nuestras posibilidades esa responsabilidad. Me he quejado de que se me negaba el derecho a ejercer mi deber. Muchos diputados se han puesto en contacto conmigo desde un profundo desasosiego porque, como tanta gente, sienten que su obligación es estar en primera línea y poder trabajar.
En base a la presión del Grupo Parlamentario Popular, y no solamente del GPP sino de la opinión pública en general, hemos conseguido doblegar a la izquierda y frenar la deriva autoritaria del Gobierno.
La Presidencia del Congreso ha tenido que rectificar respecto la apertura del Congreso como Moncloa ha tenido que rectificar respecto a las ruedas de prensa prefabricadas y enlatadas. Esa rectificación es fruto de la presión democrática, es una victoria de la presión democrática.
Hay tres momentos luminosos en la Transición: la Ley de la reforma política, los Pactos de la Moncloa y la Constitución. El problema para esos Pactos de la Moncloa que habla Sánchez, no sé si con pleno conocimiento de causa, es que Podemos no es el partido comunista de los años 70. Es decir, Pablo Iglesias no es Santiago Carrillo, que en esa época trabajaba para la constitución del sistema democrático. El señor Iglesias está haciendo todo lo contrario, está trabajando empecinadamente para la destrucción y erosión del sistema democrático nacido en 1978.
Sánchez e Iglesias se han convertido en una unidad de destino en lo universal, en lo particular y en lo político, y al serlo es muy difícil separar los ingredientes de un conglomerado que ya se ha unido y pegado. Son un Gobierno, forman Gobierno y son un proyecto. Y creo que Sánchez jamás se atrevería a hacer pactos constitucionalistas dejando al margen a su aliado y su excompetidor en el espacio de izquierdas.
Entiendo que muchísima gente respalde y quiere un gran acuerdo nacional sobre lo constitucional y sobre la salida económica y social de esta crisis. Para hacer una operación política de estas características, hay que entender dónde está el PSOE y cuáles son sus prioridades, sobre todo para no empeñarnos en batallas que pueden conducir a una melancolía incluso superior a la que hayamos podido sentir algunos que hemos estado en la lucha en Cataluña durante mucho tiempo.
No le veo ningún sentido a un acuerdo con Podemos. Podemos trabaja en los dos frentes fundamentales de una nación -la política y lo económico y lo social-, en una dirección radicalmente antitética a la de los Pactos de la Moncloa, la Constitución y la Ley de la reforma política.
Todas las intervenciones del señor Iglesias en esta crisis han ido en la línea de lo que él llama politizar el dolor, y para salir de una crisis como esta y alcanzar consensos de fondo, lo que hay que hacer es lo contrario: hay que despolitizar el dolor, hay que proteger el equilibrio extraordinario alcanzado en la Transición, en el frente constitucional y la Tercera España constitucional, y en el frente económico y social (el equilibrio entre lo público y lo privado).
El señor Iglesias, y en parte el señor Sánchez también, tienen una tentación: la tentación de forjar una nueva mayoría en torno a una idea mucho más radical de izquierdas como salida de la crisis. ‘Más Estado, más Estado’, a costa de una sociedad abierta y libre. Y eso no son bases para nada y no nos permiten encontrar terrenos comunes. El proyecto de Pablo Iglesias es antitético a los Pactos de la Moncloa y a la construcción del sistema constitucional del 78.