El pasado 21 de octubre, tuve el inmenso honor como Presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo de España, de dirigirme a todos los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en nombre de las miles de personas que, durante las últimas cinco décadas, hemos experimentado en nuestras vidas la cruda realidad de la intolerancia y de la violencia asesina.
De esta manera, España, conseguía abrir por primera vez las puertas del Consejo de Seguridad para que las víctimas del terrorismo pudiéramos hablar y ser escuchadas, cumpliendo con ello, una de las prioridades del programa de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad durante el bienio 2015-2016.
Sin duda se trata de un hecho histórico y muy importante, porque con este acto se consigue evitar que los terroristas logren uno de sus objetivos principales: deshumanizar a las víctimas como una de las características más execrables del terrorismo, porque no podemos olvidar que la invisibilidad de la víctima y su silencio es una forma de impunidad de los terroristas y de victoria del terror.
Entre los elementos constantes del terrorismo figura el intento de utilizar a las víctimas como un mero instrumento para socializar el terror y extenderlo de manera indiscriminada al conjunto de la sociedad con el objetivo de obtener una ganancia política. Desgraciadamente, en España conocemos desde hace ya demasiados años la realidad del terrorismo y el daño que provoca.
Por todo ello, en España, las victimas contamos con un modelo de protección y apoyo basado en una legislación que ha sido destacada por Naciones Unidas como modelo de referencia a seguir. En este sentido, trasladé la necesidad de un esfuerzo colectivo de la comunidad internacional para la elaboración de un Estatuto Internacional de las Víctimas, que simbolice la reparación integral que les es debida.
El testimonio de la víctima revela la realidad de la barbarie terrorista, deslegitima el discurso perverso de los terroristas y contribuye a generar un relato de contra-narrativa que evita la radicalización, porque su memoria y su voz nos recuerda que nada justifica ni puede justificar la barbarie. No hay idea, creencia o proyecto político que pueda amparar la actividad terrorista. El terrorismo puede presentar muchas formas. Pero todas sus víctimas, todos nosotros, tenemos algo en común, nuestra inocencia.
Además, es que la voz y el ejemplo de la víctima, nos ayudan a luchar contra la propaganda de incitación a la violencia. Con su renuncia a la venganza, con su confianza en el Estado de Derecho, ponen en manos de la justicia la resolución de los crímenes terroristas.
Y en este sentido, otra de las reclamaciones que realicé ante el Consejo de Seguridad fue la necesidad de justicia en la lucha contra la barbarie terrorista. Es obligación de todos los Estados identificar a los terroristas y su puesta a disposición judicial, sin impunidad ni atajos que nos lleven a aspirar a un falso intercambio entre paz e impunidad. Porque la paz con impunidad sencillamente no existe.
La tentación de seguir caminos intermedios no hace más que fortalecer a los criminales y debilitar a los demócratas, retrasando el final de la violencia. Por ello, trasladé mi deseo de unidad frente al terror, con el fin de que ningún terrorista encuentre cobijo alguno en ningún Estado, porque solo la solidaridad y la acción colectiva pueden derrotar al terror.
Sin duda alguna, el 21 de octubre de 2015, será una fecha que pasará a la historia, yo personalmente nunca la olvidaré. Por ello, quiero agradecer al Gobierno de España el esfuerzo realizado para llevar por primera vez la voz de los inocentes al Consejo de Seguridad, muestra inequívoca de su firme compromiso con la verdad, memoria, dignidad y justicia de todas y cada una de las víctimas del terrorismo.
Mar Blanco
Presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo