Saber caer y saber levantarse es una metáfora de la vida misma.Eso es lo que nos ha demostrado a muchos Mariano Rajoy. El 9 de marzo, el candidato popular obtuvo un mal resultado político pero un buen resultado electoral al obtener el segundo mejor cómputo en la historia del PP. Esos más de 10.300.000 votos los ganó Mariano Rajoy con la ayuda de todo su partido.
La agenda política de la discordia que impuso Zapatero desde 2004 obligó al PP a cubrir todos los flancos, a mantener unido al partido y a practicar una oposición resistente para evitar que el peligroso juego del presidente del Gobierno consiguiese arrinconar o dividir al centro derecha español. Sin que sirva de consuelo, hay que reconocer que en esa labor Rajoy ha ganado la batalla: ni el PP está arrinconado -como demuestra el 40% de los votos obtenido- ni se ha dividido, tal como pretendía Zapatero.
El presidente del PP podrá tener defectos, claro, pero nadie le podrá negar nunca que se ha batido el cobre para defender los principios y preservar la gran obra política de su predecesor, José María Aznar. La pregunta entonces es: ¿y ahora qué?, ¿por qué Mariano Rajoy es el hombre que nos permitirá seguir sumando votos hasta la victoria.
Si analizamos los votos obtenidos en el plural mapa de la España actual, concluiremos que el PP está muy sólido en gran parte del territorio mientras exhibe impúdicamente dos grietas en Cataluña y el País Vasco. Un partido con vocación nacional como el PP está obligado a ser el mejor intérprete de la pluralidad de nuestro país y a convertirse en el espejo en el que la mayoría pueda sentirse reflejada. No voy a entrar en el escenario vasco, pero sí me permito, como militante del PP catalán, hacer una lectura de este escenario.
El voto nacionalista puro en Cataluña ha bajado y el PSOE-PSC ha sabido vender una idea de España que una inmensa mayoría de catalanes ha comprado ante el abismo que significaba seguir enredados en el bucle identitario. Aunque haya beneficiado a nuestros adversarios, en el fondo es una buena noticia: los catalanes se sienten más españoles de lo que sus dirigentes políticos imaginaban, y eso es una oportunidad para el PP del siglo XXI.
El péndulo político en Cataluña ofrece hoy a Mariano Rajoy una excelente oportunidad para llegar a una mayoría de catalanes que sólo piden comprensión hacia el eterno hecho diferencial, capacidad de gestión y visión de futuro. CiU tiene dos congresos a la vista. Convergencia apostará por la deriva soberanista en julio y Unió por un catalanismo pseudointegrador con España en octubre. Este trastorno bipolar de la coalición nos ofrece una excelente oportunidad para crecer en Cataluña con un Rajoy renovado, que aporta sensibilidad periférica, capacidad de diálogo y, sobre todo, toneladas de sentido común. Un partido centrado en la economía, moderno y europeo es el vehículo que necesitamos para romper el perímetro en donde nos han encerrado nuestros adversarios.Depende de nosotros tener el valor de saltar la valla y salir al encuentro de la mayoría.
Hace unos días, un compañero mío cuestionaba el liderazgo de Mariano Rajoy en este mismo periódico. En el régimen de opinión pública y en la sociedad de consumo en la que vivimos existe una tendencia acusada a desechar enseguida a aquello o aquellos que no nos proporcionan satisfacción inmediata. Esta ansiedad puede ser también la fuente de muchos errores. Yo hablo de lo que conozco y quizás soy un ingenuo, pero he visto a un hombre caerse y levantarse sin miedo a ser perseguido, que se ha puesto a caminar con determinación hacia el centro del futuro. Eso es el nuevo liderazgo.